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PALOMA JIMÉNEZ


Davir juega al fútbol manejando las muletas como si de sus propias piernas se tratase  (foto: A. Diez)

David, jugador de fútbol con muletas, rechaza que le pongan límites

Cuando nació los médicos le pronosticaron que no iba a poder siquiera mantenerse sentado (foto: A. Diez)

Aunque son muchas las historias que consiguen salir a la luz hablándonos de superación deportiva de personas con discapacidad, conocer a la persona que hay detrás siempre nos remueve por dentro. Este es el caso de David Gómez Moreno: a sus quince años sabe perfectamente que los seres humanos tenemos capacidades diferentes, pero que eso no nos impide alcanzar nuestros sueños si de verdad nos lo proponemos.   

Cada día supera las trabas de padecer Síndrome de Regresión Caudal, una malformación congénita que afecta a las extremidades inferiores y que le ha obligado a pasar en diez ocasiones por el quirófano.  

Sorprende su fortaleza y su claridad de ideas tanto como la entereza con la que Ana Isabel, su madre, permanece a su lado, incondicional en un mundo feroz, acompañándole siempre para estar ahí en los momentos bajos, pero enseñándole desde muy pequeño que es él y sólo él quien tiene que vencer los obstáculos con sus propios medios.  

Ana explica que, desde el primer día, su lucha ha sido que tenga una vida lo más independiente posible y que pueda hacer todo lo que él considere que debe hacer, sin ponerle limitaciones. De hecho, cuando nació los médicos le pronosticaron que no iba a poder andar, ni tan siquiera mantenerse sentado. Y ahí está, corriendo y saltando por la vida.  

Fue a los cinco años cuando David se planteó que si no podía llevar una existencia normalizada no valía la pena vivir, y ese fue el punto de inflexión en su vida y en la de su familia. 

Quienes juegan con él al fútbol le respetan por su calidad y habilidad (foto: A. Diez)

Desde entonces no ha parado un momento, ha hecho todo tipo de deportes adaptados: piragüismo, esquí alpino y acuático, baloncesto, tenis, natación, golf y ahora juega al fútbol manejando las muletas como si de sus propias piernas se tratase. La pasión que siente por este deporte le da todo el empuje necesario para salir al campo, en cuanto tiene ocasión, y pelear la pelota como nadie.   

Junto a sus compañeros del Colegio Gredos-las Suertes de Madrid, donde se siente perfectamente integrado, entrena cada semana, pero para él es una frustración no poder jugar los partidos de la liga municipal de fútbol sala con los demás, porque no se lo permiten los responsables del Ayuntamiento de Madrid.  

La Federación Española de Fútbol no pone objeciones a que David pueda jugar como portero, ya que para ello no necesita utilizar las muletas (sus amigos dicen que saltando y moviéndose por la portería “parece un muelle”). Y es que esa es su auténtica especialidad en el deporte y en la vida: ante la adversidad, levantarse una y otra vez.  

Ahora el muro a derribar es el que ha levantado artificialmente la Dirección General de Deportes del Ayuntamiento de Madrid, donde ha solicitado ya que le autoricen a jugar con su equipo la próxima temporada. Espera una decisión positiva, cualquier otra cosa le parece inaudita.   

Y es que nadie podría explicarle a este niño por qué, si él no se siente diferente, si quienes juegan con él al fútbol le tratan como a cualquier otro y le respetan por su calidad y habilidad como jugador, y por su caballerosidad en el campo, son otros quienes se empeñan en marcarle diferencias; por qué dónde él no encuentra limitaciones son otros quienes, sorprendentemente, se las ponen. 7 abril 2012  

David es capaz de piruetas como la que recoge la imagen (foto: A. Diez)

 


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