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Portada Nº Abril 2011
Cultura, Ciencia y Sociedad
Sección General


SALVADOR BEL CARALT


Las tribulaciones de Florentino

Sobresaltado. Florentino se despertó sobresaltado. Miró el reloj y comprobó con estupor que eran las 8 de la mañana. Se le habían vuelto a pegar las sábanas. “María –le gritó a su mujer–, ¿cómo no me has llamado?”. A lo que respondió la esposa, mientras preparaba el café: 

– Floren, ya eres mayorcito para que te despiertes solo.  

Florentino dio un brinco y se aseó un poco, se dio una pasada con la máquina de afeitar eléctrica y mientras se tomaba el café que había preparado su costilla sacó un cigarrillo, al mismo tiempo que María bramaba: “No irás a fumar en casa, Floren…”, por lo que optó por volver a guardar el pitillo en la cajetilla, tomar un sorbo de café, dar un beso en la frente a la parienta y salir corriendo hacia la calle. Como siempre, no recordaba dónde había aparcado el coche la noche anterior. Finalmente lo encontró, se colocó el cinturón, le dio al arranque y antes de poner la primera sacó el cigarrillo, le prendió fuego y dio una larga bocanada. “¡Ah! Qué placer –pensó–, poder fumar sin que nadie te regañe”.  

Rápidamente se puso en marcha. Desde hacía unos años, Florentino se había ido a vivir a Castelldefels, un pueblo cercano a Barcelona donde era más fácil encontrar buenas viviendas a mejor precio que en la ciudad. Debía darse prisa, pues aparte de ir tarde, en la autovía que le llevaba a la ciudad habían recortado la velocidad a 80 Km. para evitar accidentes y contaminación. Esto fue un invento del tripartito que gobernaba en la Generalitat para fastidiar a los automovilistas, pero entonces recordó que el nuevo Gobierno de Artur Mas había prometido volver a permitir la circulación a 120 Km. y hoy era el día previsto para la puesta en marcha de la medida. Salió presto a la autovía y comprobó que los discos habían sido cambiados y la velocidad que marcaban era de 120. Así que pisó fuerte y se dirigió al trabajo. Al cabo de unos kilómetros, le pareció ver como un destello de flash al paso de su vehículo, pero no le dio importancia. Solo unos metros más adelante, una patrulla de los Mossos d'Equadra le conminó a detenerse en el arcén. Raudo, Florentino cumplió la orden y bajó la ventanilla para dialogar con el guardia.  

– Buenos días, caballero. ¿Sabe usted a qué velocidad circulaba? 

A lo que Florentino respondió:  

– Sí, a 120 Km. Como indican las señales al margen de la carretera.  

– ¿Y no ha visto usted las señales luminosas, que indican 80 por hora?, le señaló el agente.  

Perplejo, Florentino inquirió:  

– ¿Pero no era hoy el día del cambio de velocidad?  

A lo que le respondió el agente:  

– Sí, pero debido al fuerte anticiclón que nos afecta, y que favorece la contaminación, se ha pospuesto la entrada en vigor de la medida y sigue vigente la de 80 Km., por lo que voy a tener que multarle.   

Florentino cogió la multa y siguió su camino. Como siempre, llegó con media hora de retraso, que luego tendría que recuperar por la tarde si no quería la bronca de su jefe inmediato. Florentino trabajaba en la Conselleria de Sanitat de la Generalitat, era un cargo intermedio, por eso no temía por su puesto de trabajo con los recortes del Gobierno de Artur Mas. Además, él ya estaba en la Conselleria desde la época de Jordi Pujol, y ya se sabe que la veteranía es un punto.  

Acabada su jornada laboral, Florentino fue al bar de la esquina a tomar una cerveza antes de regresar a Castelldefels. Esta vez tendría cuidado con la velocidad que indicaban los letreros luminosos de la autovía. Y así un día tras otro, hasta que el anticiclón desapareció y pudo volver a circular a 120 Km. Florentino estaba contento como unas pascuas, puesto que sólo llegaría un cuarto de hora tarde. Después de una semana agotadora llegó por fin el viernes, y este fin de semana no tenía guardia, por lo que podría ir al campo del Barça con el pase de palco que le había dejado su jefe, el subsecretario del conseller.  

De regreso a casa, puso la radio y se enteró de que, precisamente para ese partido para el que tenía el pase, el club había decidido que, con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, sólo asistirían mujeres al palco del Nou Camp. “¡Nos ha jodido mayo con las flores!”, pensó Florentino, así que cogió un Montecristo del 2 que se había comprado para fumárselo mientras disfrutaba del partido y le prendió fuego. “Al menos fumaré tranquilo mientras conduzco a 120 Km. hacia mi hogar”, pensó.   

Pero no, recordó que el Gobierno central había decretado que, para ahorrar combustible, había que circular a 110 Km. Con el peligro, según Fernando Alonso, el piloto de Fórmula 1, de quedarte dormido al volante a tan poca velocidad. Florentino pasó de todo, dio una bocanada profunda a su habano y pisó el acelerador con fuerza, sin percatarse con la gran humareda que se creó en el habitáculo del vehículo y con la poca iluminación de la carretera –sólo funcionaba una de cada dos farolas para ahorrar energía, como decretó el Gobierno– del contenedor de basura que, incomprensiblemente, estaba en mitad de la calzada, chocando frontalmente con él. Por poco se traga el habano, pero no pasó del susto y una pequeña abolladura en el parachoques. Paró el coche en el arcén, abrió la ventanilla y siguió fumando como si tal cosa. “Vaya semanita”, pensó Florentino. Y encima, su equipo de fútbol a siete puntos por debajo del líder. Y es que, en el fondo, Florentino era más merengue que culé, esto era evidente. 26 marzo 2011   

 


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