Portada Opin@r

Portada Opin@r

Portada Nº Abril 2010
Información General y Opinión
Sección General


JAVIER ROJO
Presidente del Senado


Javier Rojo, presidente del Senado

Les debemos a los ciudadanos comportamientos éticos, transparencia y honestidad en nuestra actividad diaria
 

Un año más la entrega de los Premios Luis Carandell de Periodismo Parlamentario nos reúne en la Cámara Alta y nos permite acercarnos a la realidad de los medios de comunicación y a las relaciones entre la política y el periodismo. 

Una ecuación, la del periodismo y la política, que conduce en no pocas ocasiones a la relación entre la ética del poder informativo y la ética política, lo que se nos rebela esencial para conformar una “ética cívica”. 

No podemos olvidar que la actividad mediática es un “bien social dado que de ella depende en gran medida la generación de confianza, credibilidad y fiabilidad de la sociedad”, como acertadamente nos señala el profesor Jesús Conill.

Los medios contribuyen a la formación de la opinión y de la voluntad colectiva, por tanto, tienen una función educativa y formativa. De la calidad de la opinión pública depende en buena medida la calidad de la democracia y la consolidación de una ciudadanía madura.

Dicho esto, no puedo ocultar mi preocupación por la percepción de la política que desde los medios de comunicación a veces se traslada a la opinión pública. En los últimos meses hemos asistido a una batería de informaciones relacionadas con el quehacer diario de senadoras y senadores, diputadas y diputados. 

Hemos asistido a una crítica, a mi parecer muy injusta, del trabajo que realizamos diariamente los que tenemos el honor de representar a la ciudadanía en las Cortes Generales. Y créanme que, como ciudadano, el mayor honor que uno puede tener es ser representante de la soberanía del pueblo.

Pero no quiero que me entiendan mal. Soy consciente de que debemos ser los propios políticos quienes más pedagogía tenemos que hacer para que esa tendencia creciente en la percepción negativa de la sociedad sobre la política cambie de signo. 

Las últimas encuestas reflejan un cierto distanciamiento entre la sociedad y la política. Por tanto, algo tendremos que hacer desde la política para que esto cambie. Asumo mi parte de responsabilidad y me hago la necesaria autocrítica tanto en público, como estoy haciendo ahora, como en privado.

Sin embargo, no conozco a ninguna parlamentaria o parlamentario que no quiera que su labor sea aún más útil a la ciudadanía, y que no esté dispuesto a mejorar la eficiencia de su trabajo legislativo. 

Por estas razones, hace unas semanas, el Senado decidió habilitar los meses de julio y enero para que la actividad parlamentaria continúe durante esos meses, a pesar de que la Constitución y nuestro Reglamento delimitan y marcan los periodos de sesiones.

La iniciativa del Senado, respaldada por todos los grupos que conforman el arco parlamentario, ha sido bien acogida tanto por la opinión pública como por los medios de comunicación. 

Pero es necesario recordar que durante los meses de enero y julio la ausencia de plenos en las Cortes Generales no significa ausencia de actividad parlamentaria, ya que los representantes de los ciudadanos siguen trabajando en este y en otros ámbitos.

Pasa lo mismo en las redacciones de los medios de comunicación, con la diferencia que no se ve. Es decir, un periodista parlamentario no se pasa toda su jornada laboral sentado delante del ordenador. 

Muy al contrario, un buen periodista se mueve por el Parlamento, busca información, habla con unos y con otros, en no pocas ocasiones tendrá reuniones de trabajo, buscará y cuidará a sus fuentes y, posteriormente, elaborará la información. 

De todas formas, ya sé que esta es una batalla perdida y que, al final, el titular es lo que cuenta y la fotografía de escaños vacíos lo que produce el impacto en la opinión pública por muchas explicaciones que queramos dar. 

Y ya sabemos también que cuando se acuña una etiqueta, ésta perdurará en el tiempo. Me refiero al injusto calificativo de “vacaciones parlamentarias” que se ha impuesto a los meses en los que no hay Plenos ordinarios en las Cortes Generales, a pesar de estar así establecido en nuestra Carta Magna. Y nunca han sido vacaciones porque la actividad como parlamentario no cesa.

Es evidente y un hecho contrastado que estas explicaciones no parecen convencer y, por tanto, debemos poner remedio a esta peligrosa percepción creciente en la sociedad. 

Nos debiera preocupar a todos la crítica fácil que se hace a nuestras instituciones, que devalúa la democracia y puede sembrar dudas hacia nuestro sistema parlamentario. Por esa senda no llegaremos nunca a buen puerto. 

En esta tarea los medios de comunicación tienen también una gran responsabilidad. Siempre he defendido la libertad de expresión y la creación y proliferación de medios de comunicación independientes y plurales. Las democracias fuertes se sustentan también en un periodismo fuerte y una prensa libre y de calidad. 

La crítica, por muy dura que esta sea, si está argumentada y fundada ayuda a mejorar nuestro marco político. Sin embargo, el descrédito que muchas veces se propaga de forma arbitraria hacia la política y hacia las instituciones tiene siempre una cierta carga ideológica.

Es verdad que nuestro sistema tiene algunas imperfecciones y que los políticos nos equivocamos como cualquier persona en su actividad profesional. 

Pero no lo es menos que los representantes públicos trabajan para solucionar los problemas de los ciudadanos, o bien para poner las bases que conduzcan a las soluciones de las preocupaciones diarias de los españoles. Y lo hacemos dando lo mejor de nosotros y pensando en el interés general de la ciudadanía. 

Atravesamos una gravísima crisis económica. Y todos estamos obligados a trabajar para situar a nuestro país en la senda de la recuperación y de la creación de empleo lo antes posible. De esta crisis saldremos haciendo política con mayúsculas. Sin embargo, será muy complicado hacerlo si no remamos todos en la misma dirección. 

Los ciudadanos tienen derecho no sólo a contar con los políticos sino también a que estos les muestren las razones claras que justifiquen esa confianza. Si se ha producido una interrupción en la línea continua que debe haber entre política y ciudadanía, es a la primera a la que le corresponde realizar los mayores esfuerzos para recomponer la relación de confianza. 

Digo esto cuando son muchas las noticias que nos llegan relacionadas con la corrupción. Estos casos acaparan grandes titulares, provocan alarma social y ahondan aún más si cabe en la desafección de la ciudadanía respecto a la política. 

Pero es justo reconocer, y así quiero hacerlo hoy aquí, que las conductas delictivas nos alejan de la sociedad, minan la confianza del ciudadano en sus representantes públicos y provocan un terrible daño a la noble tarea de la política. 

Por tanto, cualquier medida o iniciativa que tienda a ver en la política un compromiso más allá aún de lo originalmente establecido, es tan necesaria como bienvenida. 

Los partidos políticos, todos sin excepción, les debemos a los ciudadanos comportamientos éticos, transparencia y honestidad en nuestra actividad diaria y cotidiana.  

Pero esta labor debe ser de ida y vuelta, es decir, que los medios deben procurar realizar su tarea con la máxima objetividad, criticando lo que sea menester, sí, pero no exagerando hasta el paroxismo los posibles errores que podamos cometer. 

La prensa como generadora de debates públicos cumple un papel fundamental en toda democracia asentada, seria y respetada. Sin embargo, tengo que reconocer que me inquieta la proliferación de tertulias políticas y de foros de debate político-periodístico en los que de la crítica se salta al insulto y, desde ahí, a la falta de respeto con una facilidad pasmosa. Sigo pensando que quien necesita gritar e insultar para criticar es que no tiene argumentos. El respeto es fundamental para una buena convivencia.

Porque, seamos serios: ¿es realmente necesario que un medio instaure una sección cuyo título es un insulto?¿No socavan estas prácticas las reglas del buen periodismo, serio, riguroso, objetivo y desapasionado? Yo creo que sí, que al final esto no supone más que un desahogo periodístico y un estilo de prensa nada edificante. 

Otro asunto que me inquieta son las informaciones, normalmente con grandes titulares, sobre la presencia de los parlamentarios en los distintos foros internacionales, que siempre se transmiten a la opinión pública en clave negativa. 

Parece ser que no queremos que los representantes públicos de nuestro país asistan, en plena era de la globalización, a las reuniones donde se deciden asuntos importantes para los distintos ámbitos de la vida de la sociedad española.

Sin embargo, cuando alguno de estos foros no cuenta con España por las razones que sean, las críticas no paran de llover desde los medios de comunicación. Entonces ¿en qué quedamos? España, como una de las diez principales economías del mundo, ¿debe estar en los foros y en las reuniones internacionales? Yo entiendo que sí.

Es evidente que la diplomacia parlamentaria es capaz de desbloquear cuestiones de interés para los ciudadanos. La diplomacia parlamentaria es un instrumento más de relación con países terceros, de protección a las empresas españolas con una fuerte presencia exterior y un factor dinamizador de las relaciones entre ciudadanos de distintos países. 

Lamentablemente, la imagen que a veces se traslada a la opinión pública es bien distinta, cuando la realidad es que esa presencia parlamentaria en el exterior está cargada de trabajo y siempre aporta valor añadido a nuestra labor como parlamentarios, así como a la propia imagen de España. También sé que esta explicación supone dar voces en el desierto, pero mi obligación es manifestarme en este sentido porque me parece injusto.

Lo hago porque me importa y mucho la opinión de las personas. Y creo que si las cosas parecen de una determinada manera aunque éstas no sean así, hay que hacer esfuerzos suplementarios para demostrar como son en realidad. 

Los ciudadanos y las ciudadanas se merecen algo más que el cumplimiento frío de los reglamentos; se merecen que vean en nuestras actitudes un compromiso ético que se fundamenta en hacer las cosas bien, de la mejor manera y con la mayor proximidad, atención y sensibilidad que la ciudadanía espera. 

Tengo una gran confianza en mi país y en los españoles. Ya hemos demostrado que somos capaces de llegar a donde nos propongamos con esfuerzo, con trabajo y con voluntad. Y con orgullo de país, porqué no decirlo. 

Por eso es necesario que elevemos la confianza en nosotros mismos. Es necesario que la política y los medios de comunicación seamos responsables y trabajemos por potenciar una “opinión pública razonante”, un proceso público de deliberación sin el que no hay democracia posible ni sociedad adulta. 

Quiero decir que si los parlamentarios legislamos sobre pautas de comportamiento de la ciudadanía, debemos de dar ejemplo sobre nuestra manera de comportarnos en sede parlamentaria. 

Lo mismo ocurre en el panorama mediático. Es decir, si sustituimos las opiniones y las críticas razonadas y fundadas, aunque sean duras, por el insulto, el desprecio y la descalificación de trazo grueso, la opinión pública asumirá estos comportamientos como normales, cuando no lo son y nada aportan a nuestra convivencia ni a la noble disputa política o al intercambio de pareceres en el ámbito de los medios de comunicación. 

Un buen ejemplo de buen periodismo es el que han demostrado los galardonados en esta VI edición de los Premios Luis Carandell de Periodismo Parlamentario. 27 abril 2010  

 


OPI

Portada  Portadilla Nº Abril 2010  Información General y Opinión
Sección General


© OPIN@R.
© Cada uno de los autores de los artículos o fotografías.

Las personas interesadas en publicar sus colaboraciones en OPIN@R o ponerse en contacto con la Redacción,
tienen a su disposición la siguiente dirección de correo electrónico:
Teclee esta dirección en su programa de correo electrónico