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CARLOS BERZOSA ALONSO-MARTÍNEZ

Rector de la Universidad Complutense de Madrid


El fin de la pobreza: utopía o realidad

Uno de los rasgos más llamativos de la economía mundial es la persistencia de la pobreza. El Banco Mundial viene estimando las cifras mundiales de la pobreza de ingreso desde 1990. El enfoque se basa en encuestas de ingresos y gastos de los hogares. Se usa la línea de pobreza fijada en 1 dólar al día por persona a los efectos de comparación internacional. Esta línea de pobreza se basa en el consumo. Se considera a una persona absolutamente pobre si su ingreso es inferior a la línea de pobreza de ingreso definida. Todas las personas que se encuentran bajo esa línea de pobreza padecen la pobreza absoluta. Mientras que la pobreza relativa se refiere al retraso con relación a la mayoría del resto de la comunidad. Por lo general, se consideran relativamente pobres aquellas personas que tienen un ingreso que es la mitad de la media de un país. 

Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, nuestro mundo se caracteriza por una gran pobreza en medio de la abundancia. De un total de 6.000 millones de habitantes, 2.800 –casi la mitad– viven con menos de dos dólares diarios y 1.200 –una quinta parte– con menos de un dólar al día. El 44 por 100 de este grupo se encuentra en Asia meridional. 

Esta situación de miseria persiste a pesar de los avances logrados en las condiciones humanas en el siglo XX. Pero la distribución de los avances y mejoras logradas han sido extraordinariamente desiguales. El ingreso promedio en los 20 países más ricos es 37 veces mayor que el de los 20 países más pobres y esta brecha se ha duplicado en los últimos cuarenta años. 

Hay también grandes disparidades en los distintos niveles subnacionales y en el caso de las minorías étnicas y de las mujeres. 

La pobreza debe entenderse en todas sus dimensiones y no sólo se tiene que tener en cuenta el ingreso. Las carencias derivadas de un bajo nivel de ingresos son grandes, pero hay otras necesidades, igualmente básicas. Casi 1.000 millones de personas son analfabetas y bastantes más de 1.000 millones carecen de agua potable. Unos 840 millones tienen hambre o se enfrentan a la inseguridad alimentaria. Se estima asimismo que la tercera parte de la población de los países menos adelantados, la mayoría de los cuales se hallan en África al sur del Sáhara, no sobrevivirá hasta la edad de cuarenta años. 

Acabar con la pobreza no es fácil, pero hace falta voluntad política de los países ricos si se quiere realmente ir remediando la grave situación, pues los recursos existentes son más que suficientes para que el fin de la pobreza sea una realidad. Para ello hace falta dedicar más recursos para la cooperación al desarrollo, al tiempo que estos recursos sean utilizados eficientemente por los países receptores. Pero no basta con ello, sino que resulta necesario llevar a cabo políticas concretas, con acciones de proyectos microeconómicos e impulsar los microcréditos. A su vez resulta fundamental luchar contra la desigualdad, tanto en el interior de los países subdesarrollados como a escala mundial, lo que significa impulsar políticas fiscales con impuestos progresivos y destinar el gasto público básicamente a la educación y sanidad. Por lo que concierne al orden internacional, se requiere hacer políticas distintas a las que llevan a cabo el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En este sentido, las recomendaciones efectuadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) son una buena guía para actuar. Ojalá el fin de la pobreza pueda ser algún día una realidad.21 octubre 2006  

 


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